ConFEsiones de
superación
Por alguna extraña razón, simpatizan
con todo el mundo, aunque especialmente con los más pequeños.
Su vivo color, un mareante número de
patas y curiosas antenas lo hacen llamativo. Su expresión mezcla entre
amenazadora y tierna apenas inquieta a adultos, tampoco a los valientes
chavales. Lo más curioso de todo es, sin embargo, su forma de andar de lado,
hacia atrás... Un espíritu libre. A contracorriente de olas, de la marea, ¡de
toda la naturaleza!
Desconozco qué detalles harían que
una enfermedad tan complicada tomara su nombre ¿será por características
físicas de los tumores? ¿por el dolor como una pinza atenazando? ¿por la
intensidad tan viva de los síntomas como su color? ¿por el penetrante sabor de
su carne equiparable a su potencial dañino para invadir e incluso acaba con a
su huésped?
Preferiría recordarlo como el cuarto
signo del zodiaco, inofensivo en sus locas predicciones del horóscopo; o cómo un
crustáceo apetitoso que me evocara una deliciosa parrilla de marisco. Pero no
fue así, también nos marcaste a nosotros.
No me quiero hacer la víctima porque
no fui yo quien lo vivió en forma activa, sino pasiva, pero también conocimos
esta otra acepción de lo que significa un cáncer. Ocurrió hace ya casi cuatro
años.
- ¡Ay,
Madre (digo ¡Padre!), que se me muere mi papá!
Primero fueron extraños síntomas que
hicieron que un hombre fuerte y deportista como tú, aunque septuagenario, se viera
mermado. Después se sucedieron las
múltiples pruebas y, por último, el día más temido: el diagnóstico.
Entonces reflexionas y asimilas que
aunque pareciera un animal encantador, posee toscos rasgos amenazantes: fuerte
coraza, robustas pinzas y una cara cuyas fauces en primer plano parecen los
tentáculos de un monstruo.
Podrías haberte mostrado asustado,
pero jamás lo insinuaste. Apenas indiferente. Yo en cambio, me sentía pequeño, lejos,
incapaz; como si el centenar de kilómetros que separan mi trabajo en Yecla de
tu domicilio en Murcia supusiera todo un vasto océano. Cualquier evento externo
o desgracia en el telediario o los periódicos me afectaba más que hacía unos
días... Vulnerabilidad lo llaman.
Yo, un hijo, uno de cuatro.
Ser hijo está sobrevalorado hoy día.
Estamos en el foco para la sociedad, asimilándonos al futuro y la esperanza al
mismo tiempo; por eso tal vez demasiado frecuentemente omitimos la obviedad. Los
verdaderos e importantes sois los padres, papá y mamá ¿Qué sería de nuestra
sociedad actual sin estos padres y abuelos capaces de mantener a tanto parado y
desamparado, y a los hijos, nietos...e incluso bisnietos? ¡Cómo perderos!
Necesité de ayuda profesional, no un
psicólogo cualquiera. Uno brillante capaz de levantarme de mi desmoronamiento. Mi
equilibrio estaba roto, los pensamientos se habían desvirtuado en una sinfonía
de temores, los muros fundamentando mi personalidad se agrietaban y una angustia
desbordante implosionaba en mi ser. Un mes atrás, mi primera preciosa hija se
había soltado a andar, pero yo sentía que no merecía esa felicidad en este
momento. Todo quedaba eclipsado en segundo plano.
Noches enlazaban con el día con la
ansiedad multiplicada consumiéndome por replicación como el virus cuando invade
la célula sana.
La Educación recibida me había
enseñado a sonreír y a vivir los momentos de disfrute, pero no a tolerar la
enfermedad ni plantar cara a la muerte.
Tú desprendías juventud y fortaleza
para que la quimioterapia y la radioterapia te minaran así, pero no había otro
camino, más que adelante. Tú, implacablemente asumiendo "como un
hombre" la realidad, aportabas serenidad a la familia dentro de la
inquietud interior. Yo, acongojado, incapaz de imaginar una vida sin ti y destrozándome
ante esa limitación; encogido e incapacitado para afrontar maduramente este
envite desde el presente.
Toda una lección de vida: el enfermo
tan sereno y el sano apocopado por sus fobias ¡Qué paradoja! Hasta vergüenza me
da ahora mirándolo en perspectiva ahora que todo ha pasado.
Descubrí en mi un gran déficit
pedagógico, asimilable a escuela y sociedad:
- aprender
y enseñar para ser capaces de tolerar la enfermedad y la muerte, y
- convivir
saludablemente con ambas.
Ahora ya lo has superado, Papá y
solamente puedo decirte: TE QUIERO, Gracias.
Gracias
a la vida por darme un padre como tú;
por
darme este bis que quiero aprovechar;
por
aguantarlo todo desde mis broncas adolescentes hasta mis cabezonerías constantes;
por
presumir siempre tanto de mí, exagerando a la enésima potencia (como buen
almeriense);
por
dejarte embaucar en los planes que os propongo (querais o no);
por
darme tres hermanos maravillosos y por
escoger una madre tan perfecta y cariñosa;
por
tu vida de lucha, por recurrir hasta el pluriempleo para poder alimentar a tus
hijos;
por
fraguarte un futuro brillante cuando la pobreza y la miseria te acechaba en San
Cristóbal y por haberlo superado creando esta gran familia.
Pero no solo por mí, ni por
nosotros. Por enseñarme tu originalidad, por vivir tan dignamente, por hacer lo
que te da la gana siempre, incluso cuando cuidas de personas que habiendo
perdido el apoyo de todo el mundo cuentan contigo para tomar un café caliente,
contar con una manta para abrigarse o para poder comer.
Por traerme cuatro periódicos al día
desde pequeño, por tu calma en las ocasiones que lo merecen, por animarme a
aprender y hasta por financiármelo en alguna ocasión.
Recuerdo cuando nos bañábamos en la
profundidad de la playa en La Manga sujeto a tu cuello paralizado imaginándome
tiburones o bloqueado en lo alto de la noria durante la Feria de septiembre,
siempre tenías una historia increíble (y real) que contarme, como tus doblajes
en Lawrence de Arabia, tus historias de la mili o en el castillo de Almería,
para hacerme pasar un buen rato.
Esta vez también lo conseguiste, a
pesar del cáncer.
Sabremos aprovechar esta oportunidad
para disfrutar en familia juntos y que disfrutes de mis hijas, tus nietas.
Nuestra historia de superación: tú
con el cáncer, yo con el miedo, las fobias y el descontrol que solemos sufrir
las familias ante la incertidumbre.
¡Ganamos! Mi premio eres TÚ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario